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La transición se insinúa ¿Será democrática, será escuchada, será nuestra? ¿Prevalecerá la inteligencia, la compasión o la obstinación eterna? ¿Puede Cuba cambiar sin romperse? Estamos llegando a la hora de Cuba, y la pregunta sería ¿Qué fuerza decidirá su destino?
Raysa White

El Consejo para la Transición Democrática en Cuba (CTDC), entre el 19 y 24 de junio, ha celebrado su Primera Convención, y lo ha hecho con una afirmación que no busca complacer, sino despertar. La transición ya ha comenzado, aunque aún no sea democrática.
Desde una autocracia en decadencia y una sociedad en movimiento, el Consejo describe un país que se transforma a empujones de realidad. En su documento central, presentado por el vicepresidente Manuel Cuesta Morúa, se ofrece una radiografía detallada del momento cubano. Un gobierno sin proyecto, un Partido Comunista vacío, militares al frente de la economía, represión extendida, servicios básicos colapsados, y una ciudadanía que, pese a todo, busca espacios de libertad, de fe y de pluralismo cívico.
La Convención no sólo diagnosticó la crisis, propuso caminos posibles. Rechazando ilusiones de intervenciones externas o estallidos repentinos, el Consejo apuesta por lo que llama una ruta constitucional hacia la democracia. Es decir, una movilización cívica, pacífica, inclusiva y sostenida, desde abajo, desde la ciudadanía, desde todos los frentes posibles. Con las herramientas que aún existen: la Constitución, la ley, el lenguaje y la dignidad organizada.
“El cambio no vendrá por milagro ni por decreto”, expresó Cuesta Morúa. “La democracia se hace al andar”, cerró, citando al poeta español Antonio Machado.
El Consejo para la Transición Democrática en Cuba existe, piensa, propone ¿Será escuchado? ¿Podrá su llamado abrir paso a una transformación real en la isla?
Eso, está por ver. Dependerá no solo de quienes gobiernan, sino también de cuántos cubanos estén dispuestos a caminar esa curva incierta llamada futuro.