La Habana, 29 de abril de 2025
Desde que Fidel Castro clausuró los espacios públicos para la protesta pacífica, la crítica al poder y el debate; desde que se impuso el bozal del “dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada”, la nación cubana enfermó. Sufrió un daño incalculable, quedando sometida durante más de seis décadas a un solo punto de vista. Se le ha prohibido así a generaciones enteras la posibilidad de participar en la construcción plural de su país, condenando a Cuba a un monólogo impuesto por el poder.
¿La consecuencia? Se nos ha negado algo más elemental que el pan o la electricidad: la palabra. La palabra libre, la palabra compartida, el derecho a disentir sin castigo y a deliberar sin miedo, y el derecho a elegir en elecciones libres, democráticas y pluralistas. Por eso, cientos de cubanos están tras las rejas por sus ideas y millones han escapado de un sistema que ahoga el emprendimiento y persigue al que discrepa.
Es un buen momento para que el poder se mida no por su capacidad de silenciar, sino por su disposición a dialogar en condiciones de equidad. En el Consejo para la Transición Democrática en Cuba (CTDC) creemos firmemente en la fuerza del diálogo y en el poder transformador del debate. Por ello, hacemos un llamado cívico y directo al presidente de la República Miguel Díaz Canel, no electo en votación popular: acepte un debate público y televisado, moderado por interlocutores imparciales, con reglas claras y en igualdad de condiciones, con José Daniel Ferrer García, líder de la Unión Patriótica de Cuba y presidente del CTDC. Un ejercicio así no debilita a la nación; al contrario, inaugura una nueva posibilidad de madurez política.
Si el gobierno cubano está tan convencido de su legitimidad como afirma, si cree que su proyecto político aún representa los anhelos del pueblo y cuenta con su respaldo, entonces no debería temer al libre contraste de ideas. Si Miguel Díaz Canel considera, como presidente de la República, que gobierna en democracia: ¿no sería útil y más creíble que la ciudadanía pueda conocer en un debate tanto sus argumentos como los de sus contrarios, tal y como se hace en democracia? Cuba no necesita más monólogos blindados, necesita ideas contrastadas. No necesita que se siga respondiendo con la bota y el bozal ante las demandas legítimas de cambio democrático.
El uso constante de insultos y descalificaciones contra ciudadanos críticos y legítimos no puede ocultar los repetidos fracasos de un modelo que, desde los Lineamientos hasta la Tarea Ordenamiento, pasando por las 64 medidas económicas y la fallida transición de la Moneda Libre Convertible a la dolarización parcial, ha quebrado la vida cotidiana y las oportunidades de millones de familias cubanas. Es hora de que los ciudadanos cubanos puedan escuchar directamente las voces de quienes presentan modelos alternativos para la búsqueda de soluciones a los serios problemas acumulados. Deshumanizar a la oposición no es manera de mostrar seguridad en los argumentos. Un foro abierto y público que le permita a la ciudadanía arribar a sus propias conclusiones es el camino para encarar con sensatez los desafíos que Cuba tiene por delante. Sustituir la discusión racional de los argumentos por la destrucción moral de la comunidad prodemocrática no es la actitud más apropiada para garantizar la prosperidad de Cuba.
Entonces, ¿por qué no es posible que suceda un debate en un espacio como el de la Mesa Redonda? Creemos que es necesario. Y para él sugeriríamos tres temas: uno propuesto por su gobierno, uno que propondríamos desde el CTDC, en consulta abierta con otras organizaciones de la sociedad civil, y uno propuesto libremente por la ciudadanía.
Aferrarse irracionalmente a discursos únicos fracasados y a verdades absolutas fallidas ha determinado que miles de cubanos huyan continuamente del país, perpetúa el encarcelamiento de cientos de presos políticos y prolonga la destrucción de la nación. La expresión oficial de “la verdad” no coincide, con más claridad después del 11 de julio del 2021, con la verdad del pueblo. Cada ciudadano tiene derecho a escuchar, al menos, en una conversación razonada y racional, dos alternativas, dos visiones de país, dos filosofías contrastantes de lo que debe, puede y necesita ser Cuba. José Daniel Ferrer está listo para asumir esa responsabilidad, ¿lo estará el presidente de la República y Secretario General del Partido Comunista de Cuba?
Con el debate que proponemos se pueden empezar a desandar décadas de censura, de ahogo a la discrepancia, de prisión, acoso y destierro; se podría comenzar a escuchar, con sosiego y racionalidad, a quienes por años han intentado sostener una diversidad de visiones políticas, a los miles de ciudadanos que salieron a las calles en julio de 2021 y a los cientos que fueron encarcelados por alzar su voz pacíficamente. Los cubanos exigen que se abran paso a otros proyectos distintos al del poder del partido único.
El 20 de noviembre de 2009 el respetado periodista Reinaldo Escobar citó públicamente a un agente del Estado a debatir tras la agresión contra su esposa, la periodista y bloguera Yoani Sánchez. Una vez más, la respuesta fue el brutal ataque orquestado por seguidores del régimen en pleno Vedado, en La Habana.
Dieciséis años después, el gobierno cubano tiene la oportunidad de pasar del repudio violento al diálogo, y de la intolerancia al disenso razonado. Aceptar un debate público entre visiones opuestas sería una señal inequívoca de madurez política. Usted, presidente Díaz-Canel, y José Daniel Ferrer, presidente del CTDC, pueden inaugurar una nueva etapa en la conversación entre cubanos, basada en el respeto a las diferencias profundas; esas que no dividen, sino que enriquecen a las naciones.
El CTDC se funda, y afirma, en el debate que Cuba necesita.
Consejo para la Transición Democrática en Cuba