Hambre, soledad, abandono estatal y una lucha diaria por sobrevivir en medio de la inflación y los apagones.
15 Nov 2025 – 01:08 CET
Sociedad
La Habana
Un anciano cubano caminando por La Habana. Diario de Cuba
En un país en el que prácticamente lo único que crece es la pobreza, envejecer en Cuba se ha convertido en una forma de resistencia. Un reciente informe de la Asociación Sindical Independiente de Cuba (ASIC) —titulado «Vivir Jubilado en Cuba: Una mirada a la realidad de la tercera edad»— ofrece una radiografía demoledora del presente de los mayores de 60 años: hambre, soledad, abandono estatal y una lucha diaria por sobrevivir en medio de la inflación y los apagones.
El estudio, basado en una encuesta nacional realizada entre septiembre y octubre de 2025 a 506 jubilados de La Habana, Cienfuegos, Artemisa, Matanzas y Sancti Spíritus, revela que el sistema asistencial cubano ha colapsado. Según los datos, el 99% de los encuestados afirma que su pensión no alcanza para cubrir sus necesidades básicas, mientras el 90,7% continúa trabajando después de la jubilación, la mayoría en la economía informal.
«40 años de trabajo y no soy un ser humano en mi país de origen», confiesa uno de los testimonios recogidos. La frase resume la percepción general: en Cuba, una vida laboral entera no garantiza descanso, sino pobreza.
Pensiones insuficientes y pobreza estructural
El informe destaca que, aunque el Gobierno anunció en 2025 un aumento parcial de las pensiones hasta los 4.000 pesos mensuales, este ajuste fue tragado de inmediato por una galopante una inflación real. A ese ritmo, la pensión mínima equivale hoy a menos de nueve dólares al cambio informal, cuando el costo de la canasta básica en La Habana ronda los 12.000 CUP por persona.
El resultado, según el informe, es «un divorcio total entre las cifras oficiales y la realidad cotidiana». El 97,8% de los jubilados consultados declaró haber tenido que buscar ingresos adicionales para sobrevivir, vendiendo productos en la calle, trabajando como custodios o realizando oficios domésticos.
El estudio de la ASIC califica esta situación como una crisis humanitaria sostenida: los jubilados cubanos no se retiran, se reciclan como mano de obra informal, sin derechos laborales ni garantías sociales. «Ser anciano en Cuba equivale a ser invisible», resume el documento.
Salud colapsada y desigualdad creciente
La supuesta gratuidad de la salud pública se ha convertido, según el informe, en otra ficción del discurso oficial. El 95,7% de los jubilados reporta dificultades para acceder a servicios médicos o medicamentos, mientras el 93,7% ha recurrido a consultas médicas privadas e informales, pagadas con divisas, alimentos o trueques.
El texto describe esta práctica como una «privatización por defecto»: la precariedad estatal ha creado un sistema paralelo de atención clandestina, accesible solo para quienes reciben remesas o cuentan con apoyo familiar. Para la mayoría, la salud «gratuita y universal» ha dejado de serlo.
Los hospitales y hogares de ancianos no escapan al colapso. El 96,4% de los encuestados afirma que estas instituciones no ofrecen condiciones adecuadas, y los testimonios citan falta de medicamentos, hacinamiento y carencia de alimentos.
El 98,8% percibe un deterioro progresivo en la atención médica y social. En palabras del documento: «Un país que exporta médicos y retiene enfermos condena a sus mayores a sobrevivir entre colas interminables y farmacias vacías».
Soledad, abandono y fractura familiar
A la pobreza económica se suma la soledad. La emigración de los hijos y nietos ha dejado a muchos ancianos viviendo solos, sin redes de apoyo ni asistencia estatal. Casi el 99% de los jubilados dice haber observado casos de abandono o maltrato hacia mayores en su comunidad, y el 98,6% reporta un aumento visible de la vulnerabilidad entre personas de su edad.
En su análisis, la ASIC concluye que la emigración masiva —más de tres millones de cubanos, el 20% de la población— ha fracturado el tejido familiar y acelerado el envejecimiento demográfico. «Los jóvenes se fueron; los viejos se quedaron», resume una participante. «El hambre y la soledad son ahora políticas de Estado».
La vejez como espejo del fracaso del sistema
El documento no se limita a describir la precariedad, también la explica. Para la ASIC, la crisis de los jubilados no es consecuencia de coyunturas ni sanciones externas, sino del modelo económico centralizado que ha destruido la productividad nacional y anulado el incentivo al trabajo.
Durante más de seis décadas, el Estado prometió seguridad y justicia social, pero el informe concluye que esas promesas «han quedado reducidas a propaganda». Las pensiones congeladas, el deterioro de los servicios y la falta de inversión en infraestructura geriátrica —que el 100% de los encuestados considera urgente— son síntomas de una política que prioriza la lealtad ideológica sobre el bienestar ciudadano.
La ASIC señala, además, que la crisis de los jubilados revela una degradación moral y cultural: el 98,4% considera que la sociedad cubana no trata a los mayores con respeto ni dignidad, lo que confirma la erosión del pacto intergeneracional.
Una crisis humanitaria prolongada
Los datos son casi unánimes: el 99% vive por debajo del umbral de subsistencia; el 90% trabaja; el 96% carece de acceso digno a la salud; el 98% siente desprecio o indiferencia social. «Los jubilados no piden caridad, piden justicia», subraya la ASIC.
El informe concluye con una advertencia política: «El dolor de los mayores es la herida moral de Cuba. Mientras el sistema siga intacto, la Isla seguirá envejeciendo, vaciándose, apagándose«.
La vejez en Cuba, señala la organización, no es solo un problema demográfico, sino el reflejo más claro de un Estado que ha quebrado su contrato social. Los jubilados representan la generación que construyó el país y que ahora sobrevive sin derechos, sin recursos y sin reconocimiento.
«Cuba no necesita parches, necesita renacer«, concluye el documento. «Solo un cambio radical —económico, político y ético— podrá devolver a los mayores el derecho a descansar y a los jóvenes el derecho a quedarse».
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