Vaticano, 28 Jun. 17 / 02:26 am (ACI).
El Papa Francisco abogó por un nuevo pacto social en el que se garantice el derecho a una pensión para aquellos ancianos que ni quieren ni pueden trabajar, y el trabajo a los jóvenes que quieren y deben trabajar, además de rechazar las “pensiones de oro”, tan injustas como las “pensiones pobres”. El Pontífice realizó este llamado en una audiencia concedida en el Aula Pablo VI, en el Vaticano, a los delegados del Congreso Italiano de Sindicatos del Trabajo con motivo de su 18º Congreso Nacional. El Santo Padre destacó la belleza del lema elegido para este Congreso, “Por la persona, por el trabajo”, y señaló que “’persona’ y ‘trabajo’ son dos palabras que pueden y deben estar unidas. Porque si pensamos y decimos ‘trabajo’ sin ‘persona’, el trabajo termina por convertirse en algo deshumano, olvidando a la persona, se olvida y se abandona a sí mismo”. Por otro lado, “pensemos en una persona sin trabajo, estamos entonces ante algo parcial, incompleto, porque la persona se realiza en plenitud cuando se convierte en trabajador, trabajadora; porque el individuo se vuelve persona cuando se abre a los demás, a la vida social, cuando florece en el trabajo”. El Pontífice matizó que la persona “no sólo es trabajo, porque no siempre trabajamos, no siempre debemos trabajar. Los niños no trabajan, y no deben trabajar. No trabajamos cuando estamos enfermos, no trabajamos cuando somos ancianos”, indicó a modo de ejemplo. En este sentido, subrayó en el derecho que tienen determinadas personas a no trabajar porque no deben o no pueden, y lamentó que haya en el mundo “tantos niños que trabajan y no estudian, cuando el único trabajo bueno para ellos es estudiar. O cuando no siempre, y no a todos, se les reconoce el derecho a una pensión justa, o cuando un trabajador enferma y es descartado del mundo del trabajo en nombre de la eficiencia”. Francisco se detuvo un poco más para aclarar qué es una “pensión justa”, y afirmó que es aquella que no es “ni muy rica, ni muy pobre”, y subrayó que “las ‘pensiones de oro’ son una ofensa al trabajo no menos graves que las pensiones pobres”. “Una sociedad está desorientada y miope cuando obliga a los ancianos a trabajar y obliga a una generación entera de jóvenes a no trabajar cuando debería hacerlo, por ellos y por todos”, insistió el Papa. En este sentido, abogó por “un nuevo pacto social por el trabajo, que reduzca las horas de trabajo de aquellos que se encuentran en su última estación laboral, y que cree trabajo para los jóvenes que tienen el derecho y el deber de trabajar”. Asimismo, reflexionó brevemente sobre los motivos de la incomprensión que muchas veces sufren los sindicatos. “El capitalismo de nuestro tiempo –explicó– no comprende el valor del sindicato porque ha olvidado la naturaleza social de la economía, de la empresa, de la vida, de los lazos y de los pactos”. Sin embargo, “tal vez nuestra sociedad tampoco comprende al sindicato porque no lo encuentra luchando por los derechos de aquellos que se encuentran en las periferias existenciales, los descartados del trabajo, los inmigrantes, los pobres; o simplemente no comprende por qué el rostro de la corrupción ha accedido al corazón de algunos sindicalistas”. Por otro lado, el Obispo de Roma subrayó dos desafíos que el movimiento sindical debe afrontar en el mundo de hoy si quiere desempeñar un rol esencial en la construcción del bien común: Profecía: “El sindicato es la expresión del ‘perfil profético’ de la sociedad”, señaló. “El sindicato nace y renace todas las veces que, como los profetas bíblicos, da voz a quienes no la tienen”. Sin embargo, “en nuestra sociedad capitalista avanzada, el sindicato corre el riesgo de olvidar su naturaleza profética, de convertirse en algo muy parecido a las instituciones y a los poderes que, por el contrario, debería criticar.” “Con el paso del tiempo –continuó–, el sindicato ha terminado por parecerse demasiado a la política, o incluso a los partidos políticos, con su lenguaje, con su estilo”. De esa manera, los sindicatos “pierden fuerza y eficacia”. Innovación: Este segundo desafío está relacionado con el primero, ya que “los profetas son centinelas que vigilan en su puesto. También el sindicato debe vigilar sobre las murallas de la ciudad del trabajo, como centinelas que guardan y protegen a los que viven dentro, pero que también guardan y protegen a los que están fuera de las murallas”. Y advirtió que “el sindicato no puede desempeñar su función esencial de innovación social si sólo vigila a aquellos que están dentro, si protege sólo los derechos de quienes están trabajando o son pensionistas”. “Vuestra vocación también es proteger los derechos de los que todavía no trabajan, de los que han sido excluidos del trabajo, de los que también han sido excluidos de sus derechos y de la democracia”. El Papa Francisco finalizó su discurso dirigido a los sindicalistas reconociendo que, desde hace un tiempo “están tratando de dirigirse en la dirección correcta, especialmente con los migrantes, con los jóvenes y con las mujeres. Os animo a continuar y, si es posible, a hacer aún más”.