Las vitrinas rotas del castrismo

Pedro Corzo 28 dic 2017

 

El fracaso ha sido tan rotundo que hasta lo que por décadas presentaron como milagros sociales, Salud, Educación y Deporte,  se ha deteriorado tanto, que han tenido que ser retirados de la estantería que con exaltado delirio mostraban a los que desesperaban ahogarse en el mar de la felicidad del castrismo.

La salud es un desastre. Los hospitales no cuentan con los medios para satisfacer las necesidades de los ingresados. No hay ropa de cama, alimentos ni medicinas. El fluido eléctrico falta con frecuencia y la higiene es prácticamente inexistente.

Las enfermedades infecciosas azotan la isla varias veces en el año. La falta de medicinas y de equipos médicos modernos o al menos en buen funcionamiento, es crónica. Hay una clara diferencia en la atención médica que recibe la clase dirigente, los extranjeros y la población. Los burócratas tergiversan las estadísticas sistemáticamente

Por último se da la paradoja que la potencia médica, como gusta llamarse el régimen castrista, no cuenta con profesionales suficiente para atender al pueblo porque los alquila a otros países, ingresos multimillonarios que le permiten solventar parcialmente  la perenne crisis económica del sistema.

La educación, punto de partida para el adoctrinamiento de las nuevas generaciones, enfrenta un serio problema por el continuado éxodo de maestros a otras labores más productivas, situación que redunda negativamente en la calidad de sus servicios.

No obstante, el mayor fracaso en la Educación fue la Escuela al Campo, una especie de camboyanización que afectó seriamente a la familia porque sacó a los adolescentes del entorno hogareño a la vez que pretendía,  mediante la imposición del estudio y trabajo,  formar el llamado hombre nuevo, una especie de siervo ilustrado que solo actuaría en beneficio del proyecto.

Las Escuelas al Campo, uno de los planes preferidos de Fidel Castro, fueron, según estudiantes de la época, campo de concentración en los cuales se practicaban  métodos de severidad extrema junto a la dejadez disciplinaria más absoluta, lo que daba espacio a la violencia entre los interno y  a  perversidades de diferentes tipo, incluido el abuso sexual.

La tercera pantalla del régimen fue el deporte. Por años Cuba fue una de las potencias mundiales en esa actividad, particularidad que favorecía al castrismo porque los deportistas  laureados en números importantes  daban todo el crédito al gobierno por sus victorias y otros más serviles que el promedio, dedicaban sus laureles al dictador en jefe.

Sin embargo el protagonismo de Cuba en el deporte se ha ido extinguiendo, entre otros factores por la incapacidad de seguir sufragando los grandes gastos que demandan los atletas de alto rendimiento y porque el proyecto castrista, aunque se mantiene en el poder, está sufriendo un agotamiento masivo que lo conducirá en algún momento a la muerte por consunción que padeció la desaparecida Unión Soviética.

La dictadura hábilmente mezcló la salud, educación y los deportes con la política, logrando un coctel propagandístico de gran fuerza. Sus éxitos en cada uno de estos sectores permitían ofrecer una imagen de progreso, libertad y justicia que distaba mucho del verdadero contexto nacional del cual la mayoría de los observadores internacionales no querían percatarse porque eran partidarios del régimen, o simplemente estaban invitados por un gobierno que les concedía bienes y privilegios a los que no podía acceder el pueblo.

Los avances en cada uno de estos sectores facilitaron al castrismo diferentes  progresos y beneficios  en la arena internacional y en el plano interno favoreció la confusión y victimización de la sociedad, pero tales «logros»  se han quebrado porque fueron consecuencias de los formidables subsidios soviéticos,  no por la capacidad productiva de un gobierno ineficiente que ha conducido al país a la miseria y al endeudamiento.

Se ha dicho y escrito mucho sobre los tres sectores arriba mencionados, sin embargo, los únicos logros que van a sobrevivir la dictadura dinástica es la propaganda y su eficiencia represiva, incluida la destrucción material y humana de un régimen que se puso como objetivo construir un Hombre Nuevo que solo pensaría y actuaria en provecho de la utopía y beneficio de la clase dirigente.

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