por Alberto Reyes Pías
He estado pensando en cómo nos domesticaron… y podrían volvernos a domesticar I
Han pasado más de 66 años desde el primero de enero de 1959. Aquella Cuba no era perfecta, como ninguna nación lo es ni lo será nunca, porque las creaciones humanas siempre tienen algo de imperfecto.
Era una Cuba que necesitaba cambios, pero que caminaba hacia ellos, porque a pesar de nuestros errores, éramos una sociedad pujante, que crecía no sólo en lo económico sino en conciencia política y social.
¿Cómo fue que aquella isla con tanto potencial humano, con tanta vida social, con tanta efervescencia política, llegó a convertirse en una cárcel de miseria y desesperanza?
Toda sociedad puede ser “domesticada”, todo pueblo puede ser manipulado, si se sabe cómo hacerlo y si se tienen los ingredientes adecuados.
En Cuba, los ingredientes estaban servidos: éramos un pueblo desesperado por vernos libres de la dictadura de Batista, y hemos pecado siempre de ser un pueblo caudillista, y un caudillo se elevó entre nosotros, deslumbrante, hipnótico.
El resto, era sólo aplicar un guion. No puedo afirmar que Fidel se haya inspirado en el Manual de propaganda nazi escrito por Joseph Goebbels. Pero lo que sí es evidente es que sus principios tomaron cuerpo en esta tierra del Caribe.
Hablaba Goebbles de la “Simplificación y del enemigo único”, que busca reducir la complejidad de la realidad a un mensaje simple y directo, concentrando toda explicación en una idea única, sencilla, emocional y fácil de entender.
Así, de repente, nuestro pueblo supo que tenía un enemigo único y claramente identificable: el Imperialismo yanqui, y una única causa de todos nuestros males: el Bloqueo, o el Embargo, si se prefiere. Y todos nuestros problemas, nuestras dificultades económicas, nuestro descontento, nuestra ira… encontraron a quien dirigirse.
El desabastecimiento progresivo, la inflación galopante, la falta de medicamentos, los apagones, la emigración masiva… todo es consecuencia del Embargo. No se habla de cómo la centralización y la estatalización de la economía fueron llevando a la ineficiencia productiva, no se menciona cómo la falta de libertad productiva y los abusivos controles estatales han desanimado y bloqueado la iniciativa ciudadana, no se alude a la corrupción de los que nos dirigen.
Del mismo modo, todo disidente, opositor, o periodista independiente es presentado como “mercenario del imperialismo”, “asalariados del Imperio”, simplificando la diversidad de críticas legítimas en una sola categoría: “agentes al servicio del enemigo único: los Estados Unidos”, porque toda crítica es, por decreto, enemiga de la Revolución y, por tanto, de la nación.
Y ante el deseo del pueblo de un cambio de situación, vuelve a simplificase todo en un único camino: “defender la revolución socialista” frente a “someterse al imperialismo”.
El problema no son los derechos ciudadanos, ni el remonte de la economía, ni la libertad, ni el grito del cubano por una vida digna. El problema es “resistir”, resistir el embate continuo del Imperialismo yanqui, resistir hasta que ya no queden fuerzas, resistir un día y otro, y otro, hasta que, simplemente, mueres, sin haber vivido, pero orgulloso por no haberte rendido.