EL XXI CONGRESO DE LA CENTRAL DE TRABAJADORES CUBANOS, UN EVENTO DE HIPÓCRITAS CONSIGNAS E IMPOSIBLES SOLUCIONES.

Por Raúl Fernández Rivero

En Cuba, según la prensa del régimen, actualmente se discute “la convocatoria al XXI Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba”. Eso de discutir es un soberano eufemismo, pues este señor Ulises Guilarte de Nacimiento, Secretario General Nacional de la entidad, subrayó recientemente que son tres los temas fundamentales que centran el debate:

Son ellos, la actualización del modelo económico social cubano y su impacto en el escenario laboral; el funcionamiento y fortalecimiento de las estructuras sindicales; y la eficiencia económica, la disciplina y la organización del trabajo.

Nada de la situación de los trabajadores ante los bajos salarios, el abandono en que se encuentra los jubilados, la precaria situación de los llamados “comedores sociales”, ni la posibilidad de que los trabadores tengan un acceso a la democracia real en la elección de sus dirigentes, y mucho de la elección de los candidatos a diputados de la Asamblea Nacional.

El modelo Económico Social Cubano, es por la Constitución, el Socialismo REAL, es decir la propiedad del Estado de todos los medios de Producción, un fracasado modelo, que nunca ha dado resultado en la triste Historia de su implementación en la URSS y posterior intento en la Europa Oriental, ni en China, Viet Nam ni otros pequeños estados asiáticos y menos en Cuba.

Lo que harán los trabajadores es repetir una vez más lo señalado en el Congreso del Partido Comunista Cubano, que es de obligatorio cumplimiento en el País. Esta supuesta discusión es un debate consigo mismo del verdadero poder en Cuba, el Partido Comunista Cubano, en una confusa pero exigente y obligatoria forma de repetir “que todos están de acuerdo consigo mismo”.

El “Fortalecimiento de las Estructuras Sindicales” es otra truculenta forma de acordar “lo ya acordado” por el partido. No puede existir verdadera democracia en elecciones a mano alzada, donde los funcionarios del partido están atentamente  mirando  quien levanta la mano o quien no lo hace, en una farsa, ya acostumbrada  a través de los años, donde los candidatos solo pueden ser los aprobados previamente, por el mismo partido que dirige la farsa.

Donde el debate se pone realmente amenazante es en el tercer punto: “la eficiencia económica, la disciplina y la organización del trabajo”.

La eficiencia económica sólo se consigue  bajo premisas elementales, de procesos organizados bajo los principios de proveedor-cliente, interno y externo, con recursos disponibles para que el proveedor, tanto interno como externo, tenga la capacidad real de satisfacer las expectativas de su cliente. De no ser así, y dado que casi siempre existe un déficit de materia prima, servicios, mantenimiento, capacitación o nueva tecnología, jamás los proveedores podrán llenar los requisitos del cliente. Pero la meta, aun así sigue siendo la misma. Porque lo realmente crucial es que los procesos en Cuba están orientados a “cumplir las metas”, impuestas por una dirigencia totalmente ajena a las realidades de la producción y que parten de utópicas premisas de los altos dirigentes, que se auto complacen mandando reportes ideales que no cumplen con la realidad imperante. Queda pues, en abierta exposición, que la eficiencia económica es una aspiración totalmente irreal en la Cuba Socialista.

La disciplina ya es algo práctico, quizás demasiado práctico, que se basa en cumplir lo que mandan, aunque sepa el trabajador, su supervisor y el director de la empresa afectada, que las metas no se pueden cumplir. De ésta manera la disciplina es  una cadena de hipocresías y mentiras por todos aceptadas, en el silencio oportuno y eficaz de  cada interviniente.  La otra parte la disciplina está dada por la forma del diario convivir dentro de un ente hipócrita basado en mentiras, pero donde ser fiel al partido es más importante que cumplir con el pobre trabajo que se pueda realizar. Si no se es fiel se cae bajo la maquinaria del partido, que atropella, succiona y desaparece como persona, a todo violador de sus estrictos principios. De esta forma la disciplina implica ser fiel y organizadamente fiel, a lo que el partido, por medio de la “organización” sindical exige.

No hay salida para el fatídico, atrasado y cruel mecanismo, donde el trabajador no puede exigir, reclamar o simplemente pedir, condiciones de trabajo dignas, prevención de accidentes efectiva, o salarios justos de acuerdo a las necesidades reales de los trabajadores. El peso de la subsistencia de todos los cubanos,  empezando por la “buena vida” de los dirigentes del partido, que son los del país sin excepción, queda en manos del sacrificio y “disciplina” que se impone a la mayoría los trabajadores cubanos.

En ellos descansa el futuro de CUBA, en ellos su progreso y desarrollo, pero sólo  es posible, si se pueden deslastrar de la carga insoportable del Partido Comunista Cubano.

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