DECLARACIÓN CRISIS HUMNANITARIA

La caótica situación de salud en Matanzas refleja una triple crisis en Cuba: de liderazgo, de modelo y de derechos humanos.

Esto, que desemboca en el colapso sanitario de una provincia, es la expresión del colapso moral de un régimen capaz de reírse de las preocupaciones humanitarias de los cubanos.

Lo que más importa a esta hora son nuestros derechos sociales, entre los cuales la salud es el fundamental. Resulta un sinsentido cruel que muchos compatriotas no cuenten con los recursos necesarios y elementales para enfrentar con éxito la pandemia de la Covid_19 y que el gobierno impida que otros ayuden, y hasta persiga a quienes tratan de socorrer a los más necesitados.

Como sucede día a día con el respetado proyecto de atención y ayuda sociales de la Unión Patriótica de Cuba en Santiago de Cuba, o sucedió en el pasado con el plan Capitán Tondike, en la ciudad de Colón, continúa sucediendo con otra respetada iniciativa, el Proyecto Humanitario Tirso Mesa, liderada por el Partido por la Democracia Pedro Luis Boitel Abraham en los municipios de Colón, Jovellanos y Perico, provincia de Matanzas, y con los proyectos Ismaelillo, Animando Sonrisas y Botiquín Comunitario que impulsa el Movimiento Ciudadano de Reflexión y Reconciliación en Aguada de Pasajeros, provincia Cienfuegos.

Un país pequeño, de población mediana, mayoritariamente habitado en su isla principal y homogéneo en su cultura sanitaria se sitúa en el quinto lugar en la región y decimoquinto en el mundo por sus niveles de contagio.

Si la comparación se hiciera a partir de su dimensión geográfica y su condición de archipiélago, estaríamos el segundo lugar después de Seychelles.

Esto es inadmisible. El régimen se empeñó en la empresa costosa de producir vacunas, cuya efectividad no está bien demostrada, en vez de acudir a los mecanismos globales, como el de Covax, para atender con la mayor rapidez posible la expansión de una pandemia sobre la que tenía más control ideológico que real.

Con esta actitud, el discurso de la solidaridad congénita al régimen cubano aparece más como una herramienta politizada de humillación benéfica a los países que se favorecen de ella que como un proyecto de auténtico humanismo. Dar solidaridad es estar dispuesto a recibirla.

La errática política de cierre y apertura del país, ahora una vez más discriminatoria con los cubanos, está provocando un desbordamiento en la expansión de la pandemia que pone en peligro la seguridad nacional. Mercantilizar la seguridad sanitaria de una provincia con el dinero de 6000 turistas rusos que llegan diariamente en 12 vuelos semanales es el mismo tipo de deshumanización mostrada por Nicolae Ceausescu en Rumanía cuando pagó su deuda con Occidente al costo de la muerte de miles de rumanos en su dura temporada invernal. Con el triste valor añadido, en nuestro caso, de la ríspida respuesta rusa al confinamiento de sus nacionales, desencajada diplomáticamente, y percibida como una humillación pública que ataca

el discurso y el plano político y simbólico de una soberanía que, vale reafirmarlo, reside en el pueblo cubano.

Y seguir importando trabajadores de la India para construir hoteles, 48 de aquellos infectados con la cepa Delta, es un doble desprecio a nuestros compatriotas: como trabajadores y como comunidad a proteger. Hoteles que, por cierto, nunca se han abierto para los cubanos confinados. Podrán los matanceros demandar al gobierno por daños humanos?

Todo esto es y era evitable. La reforma liberalizadora hacia dentro, la actitud de Estado al permitir la constitución de redes de solidaridad cívica entre cubanos que, aunque reprimidas, se mostraron efectivas cuando el ciclón Irma, la apertura a las donaciones que muchos cubanos han enviado o están dispuestos a enviar a sus compatriotas y la solicitud de ayuda humanitaria a los organismos internacionales o a países dispuestos a darnos la mano son los pasos que un gobierno debería estar dispuesto a dar si en verdad está al servicio de sus ciudadanos.

Contrario a eso, el gobierno sigue instalado en una mezcla de soberbia y petulancia inmadura al creer que puede afrontar, solo, una situación compleja frente a la cual países de más solidez y solvencia no han podido hacer frente sin ayuda internacional.

El resultado solo puede ser el que es: la combinación de una potencial hambruna con una crisis sanitaria en piloto automático. Lo que genera una espiral de crisis reforzadas: alimentaria, del cuidado del personal médico, de salud mental y el de la sobrecarga del sector de las mujeres.

El Consejo para la Transición Democrática apoya las consideraciones básicas del Gremio Médico Cubano Libre y la campaña impulsada por cubanos que desde varias partes del mundo le piden al gobierno de Cuba, único responsable de esta crisis, la creación de un corredor humanitario para paliar las consecuencias de una situación de desastre auto infligido.

Cuba nos importa.

José Daniel Ferrer Félix Navarro

Presidente Secretario de Derechos Humanos

Cuba, 10 de julio de 202

Deja un comentario