He estado pensando… (XXIII)
He estado pensando en la frase “este pueblo tiene lo que se merece”
P. Alberto Reyes Pías
Cada persona es un iceberg, vemos su conducta, escuchamos lo que dice, observamos lo que hace, pero las raíces que nutren su actuar permanecen sumergidas. Podemos intuir, hipotetizar, pero llegar a lo profundo requerirá siempre de un permiso de acceso.
A simple vista, podemos parecer un pueblo sumiso que se ha acostumbrado a sus cadenas, un pueblo que se queja pero no hace nada, que asiente o huye pero no se enfrenta, que sigue llenando plazas, gritando vivas al socialismo y agitando banderitas con rostros (aparentemente) pletóricos de felicidad.
Pero necesitamos saber qué hay debajo del iceberg.
¿Es posible que haya personas en esta tierra que amen sinceramente este sistema? Sí, y están en todo su derecho, no sólo de amar este sistema sino de defenderlo, apoyarlo y promoverlo. A lo que no tienen derecho es a imponer a todos su opción política, y a no dar a los demás la posibilidad de defender y promover un pensamiento diferente.
¿Qué pasa entonces con el resto, con aquellos que quieren un cambio pero sonríen agitando festivamente sus cadenas?
No podemos juzgarlos a la ligera. Necesitamos, para empezar, hacer memoria, y recordar que este pueblo vivió bajo la dictadura de Batista y apostó por la libertad pagando muchas veces el precio de la sangre. Y cuando se levantó una bandera de esperanza, este pueblo la acogió, la apoyó, la protegió, se sacrificó incluso por ella, y recibió el triunfo de esa bandera desde una fe cegada por la esperanza.
Así, feliz y agradecido, se entregó en manos de aquellos que, una vez aseguradas todas las entradas y todas las salidas, desplegaron un control férreo y sistemático de todo lo humanamente controlable: la economía, los trabajos que permiten el sustento de las familias, la educación, los medios de comunicación… Lo controlaron todo, incluso lo que se podía o no se podía decir, lo que se debía y no se debía pensar, los libros a leer y los libros a exorcizar, las relaciones con las familias emigradas o con aquellos que se separaban de la línea oficial…
Desde el inicio, control, pero también castigo: cárcel, fusilamientos, campos de concentración, tribunales populares… el despliegue del terror.
Así, poco a poco, desde el control, el miedo y la represión, se inició el vaciamiento del alma de este pueblo, se fue drenando, sistemáticamente, la savia vital de la nación. La educación se convirtió en adoctrinamiento, la iniciativa y la creatividad se hicieron sospechosas, la justicia, la libertad, la dignidad… se vaciaron de contenido y se sometieron a la fidelidad a un partido, se promovió todo aquello que impedía pensar con autonomía, y se persiguieron los valores que permiten a un ser humano tomar conciencia de su dignidad y de sus derechos.
¿Qué hay, pues, debajo del iceberg? Entre otras cosas, la ausencia de valores claros que nunca se enseñaron, el destierro de Dios, la falta de oportunidades para el surgimiento de líderes válidos, la vigilancia de una red gigantesca de espías, la ausencia de un estado de derecho, el control ejercido por personas que saben que no son intocables y que también tienen miedo, la tibieza de una comunidad internacional más bien pusilánime, la lucha continua contra carencias y necesidades básicas, la falta de comida, de medicinas, de medios para la vida… Si, cada cubano es un iceberg, no podemos juzgar a la ligera.
Y a pesar de todo esto, no nos hemos rendido. Poco a poco hemos ido perdiendo el miedo a hablar y a reclamar derechos; hemos hecho canciones, y poemas, y películas valientes; hemos ayudado a nuestros hijos a asumir valores, a estudiar, a superarse, a soñar, y desde el silencio, hemos buscado en casa su desadoctrinamiento; hemos tenido a Oswaldo Payá y a muchos otros líderes que han pagado caro el haber alzado su voz; tuvimos un maleconazo y un 11 de julio, y muchos pequeñitos 11 de julio, antes y después del grande… sí, nos han cercado, acorralado, maniatado, pero hemos sido como el agua, que busca incesantemente cómo seguir adelante.
Y aunque nos lleve tiempo, y aunque nos falle a veces la esperanza, así, como hace siempre el agua, encontraremos el camino.