El director del Observatorio Cubano de Conflictos conversa con DIARIO DE CUBA sobre una ‘guerra contra todo el pueblo’.
DIARIO DE CUBA
El Observatorio Cubano de Conflictos acaba de publicar un informe que habla de una «guerra contra todo el pueblo» en Cuba y de dos Estados paralelos. De esos temas conversamos con su director, Juan Antonio Blanco.
Antes de entrar en el tema del informe, ¿cuáles son sus observaciones sobre las jornadas de protestas que fueron convocadas esta semana? ¿Fracasaron?
¿Cuál es el indicador de éxito que usaríamos para medir sus resultados? Si lo mides por cuántos ciudadanos respondieron al llamado de los activistas puedes ser pesimista. Si lo valoras desde el ostensible miedo mostrado por el Gobierno con su masiva movilización de fuerzas represivas, entonces hay razón para ser optimistas.
El despliegue desmesurado de fuerzas combinadas de la Seguridad, Policía e incluso militares a lo largo del país era innecesario para contener las acciones de un reducido número de activistas políticos. Quizás la elite de poder, que conoce mejor que nadie el estado psicológico de los ciudadanos, tenga más fe que no pocos de los propios activistas en el potencial de rebelión de la población.
En el más reciente informe del Observatorio Cubano de Conflictos puede leerse acerca de una «guerra contra todo el pueblo». ¿A qué se refieren con este término?
Lo que realmente existe hoy en Cuba es una «guerra contra todo el pueblo» que libra el Estado contra varios sectores de población —campesinos, vendedores privados, trabajadores por cuenta propia, artistas, comunicadores independientes— no solo contra activistas políticos. Las «armas de destrucción masiva» que buscan sus policías, soldados, drones y perros amaestrados no son biológicas, químicas o nucleares, sino almacenes de cebollas, racimos de plátanos, ristras de ajos y otros productos que persiguen y confiscan, pero no producen.
El Gobierno sabe que si los opositores políticos se cuentan por miles, los disidentes sociales y económicos son millones. No hay calabozos para tanta gente.
Y no tienen experiencia en abortar explosiones sociales espontáneas y masivas. El aparato represivo no pudo anticiparse o abortar las protestas en la barriada de Diez de Octubre, la candonga de Santa Clara, las protestas en Moa, las huelgas de transportistas privados en diversos puntos del país, o el rechazo violento a su presencia cuando quisieron proteger a un violador de menores en Santiago de Cuba.
El informe menciona la existencia de dos Estados en Cuba. ¿Qué quiere decir esto?
Cuba hoy tiene dos Estados paralelos: el viejo Estado comunista-burocrático y el nuevo «capitalismo monopolista de Estado» controlado por una elite de poder militar.
El viejo Estado burocrático ha quedado a cargo de toda las empresas estatales, obsoletas e irrentables, obligadas a funcionar de forma centralizada. El nuevo Estado capitalista, que es un monopolio de la elite de poder militar por medio del Grupo de Administración Empresarial de las Fuerzas Armadas (GAESA), realiza una gestión descentralizada, se apropia de todas las industrias y servicios que generan dólares y goza de libertad operativa para crear empresas mixtas con capital extranjero.
Mientras el viejo Estado comunista continúa rigiendo por criterios de economía estatista, centralizada y burocráticamente planificada (práctica que por casi un siglo ha demostrado su ineficiencia para generar riquezas y prosperidad), el Estado bajo control de la elite de poder militar se mueve bajo una lógica capitalista y nadie lo supervisa ni controla fuera de la propia elite de poder. Son un puñado de personas, en su mayor parte militares, que no representan mucho más del 0,01% de la población. El pretendido «pacto social» comunista entre el Estado totalitario y la población ya no les interesa.
¿A qué se refieres con «el viejo pacto social»?
Los Estados comunistas siempre se valieron de dos medios para controlar a los ciudadanos. La coerción (represión) y una cooptación que se basaba en la creencia generalizada de que, a cambio de suprimir los derechos políticos y civiles sin que nadie chistara, aseguraban trabajo, salud y educación. En Cuba el nuevo capitalismo monopolista de Estado, bajo control de los militares, se desentiende de ese compromiso socioeconómico y solo refuerza los mecanismos de represión.
El nuevo Estado canibaliza y subordina al viejo Estado comunista. GAESA —emporio central del poder militar del nuevo Estado— se apropió de todas las empresas rentables, como por ejemplo CIMEX, ETECSA y Habaguanex. Se involucra en sectores y actividades —lícitas e ilícitas— que rinden grandes ganancias. Y su gestión se sitúa fuera de toda fiscalización independiente.
¿GAESA no podría ser un instrumento de desarrollo nacional?
La racionalidad económica de GAESA como empresa capitalista es maximizar sus ganancias, no responder por las necesidades económicas y sociales del país. Eso es asunto que dejan en manos del viejo Estado burocrático después de despojarlo de todos los recursos. ¿Para qué va a ocuparse GAESA de producir pollos o alimentos para consumo nacional? Ellos sacan el 240% de ganancia a cada pollo o alimento importado porque monopolizan el mercado interno en divisas en sus tiendas TRD.
A GAESA —o sea, a ese nuevo capitalismo monopolista de Estado— no le quita el sueño imponer precios en sus tiendas que son inalcanzables para millones de jubilados y trabajadores estatales que ya viven bajo el límite de pobreza.
¿A qué atribuye la postura refractaria a las reformas? ¿Al dogmatismo?
La nueva elite de poder y sus tecnócratas no son dogmáticos. Ellos saben perfectamente lo que hacen. A esa nueva elite ningún reformismo «iluminista», sea marxista o no, los va a hacer cambiar de posición. Sus intereses de clase así lo determinan.
La responsabilidad por el derrumbe del viejo pacto social del Estado comunista y la administración de sus obsoletas instituciones se lo dejan a los antiguos centros —ahora formales— de poder: el Buró Político, el Consejo de Estado y de Ministros y la Asamblea Nacional. Que en ellos estén Raúl Castro y otros miembros de la ahora nueva elite de poder es para mantener la farsa de su importancia.
La nueva elite de poder manda; la vieja elite burocrática obedece y administra.
La supremacía de la primera está dada porque retiene y controla las estructuras «duras» del Estado: las FAR, el MININT, las comunicaciones y la economía dolarizada. Lo demás, como el Buró Político, es paisaje.
¿Hay nuevos privilegios?
En el Estado comunista los privilegios consisten en el acceso ilimitado al uso gratuito de bienes estatales como casas en ciudades y playas, autos, yates, o viajes al extranjero. La nueva elite no se conforma con esos privilegios que solo se pueden disfrutar en el país y sin garantía de perpetuidad. Quieren monedas convertibles en bancos extranjeros y derechos de propiedad permanentes que puedan heredar sus familiares. Controlan un Estado capitalista dentro del cascarón del viejo Estado comunista y quieren vivir como genuinos burgueses, no como burócratas privilegiados de un régimen comunista obsoleto.
¿Qué perspectivas avizora en ese nuevo contexto que describe?
La conflictividad socioeconómica nacional se agudiza con la presente crisis y por la desidia de la elite de poder ante las necesidades más perentorias de la población. La gente se rebela con cada vez más frecuencia y a veces incluso se organiza para exigir respuestas a sus demandas. Los que tienen el poder lo saben, de ahí el desmesurado despliegue de fuerza el pasado martes.
Casi todo lo que antes era impensable, hoy es posible.