Incendios en Matanzas: ¿maldición divina o irresponsabilidad gubernamental?

Desde hace meses vienen acumulándose en Cuba hechos a los que el régimen les resta importancia describiéndolos como ‘accidentes’ o ‘coincidencias’.

JUAN ANTONIO BLANCO
Miami 
Incendio en la Base de Supertanqueros de Matanzas.
Incendio en la Base de Supertanqueros de Matanzas. REUTERS

Los horripilantes incendios en la Base de Supertanqueros de la bahía de Matanzas se suman ahora al colapso del sistema energético y los cortes del servicio eléctrico en Cuba, a la creciente inflación, la aguda escasez de alimentos y medicinas, las epidemias de dengue y Covid-19, la intensificación de la represión política por medios policiales y judiciales, los fallecidos en junglas centroamericanas o en el Golfo tratando de escapar a ese infierno. Es demasiado.

Cuando escribo estas líneas y todavía no se ha sofocado el siniestro, se ha abierto en las redes un debate sobre si realmente ocurrió o no una descarga eléctrica que causara esta desgracia. Los más suspicaces no están dispuestos a aceptar esa explicación. Tienen un argumento sólido a su favor: ¿quién puede creer todavía lo que diga el Gobierno de Cuba?

Actúa a favor de los que ponen en duda si realmente cayó un rayo sobre esas instalaciones que desde hace meses vienen acumulándose hechos cuyo creciente número llama la atención. No obstante,  el Gobierno les ha restado importancia al describirlos como «accidentes» o «coincidencias». Así ha sido a propósito del fallecimiento de un inusitado número de oficiales del MINFAR, la explosión del Hotel Saratoga, y una serie de incendios ocurridos en instalaciones estatales. Es más llamativo aún que esa tendencia a restarles importancia a esos incidentes vaya en dirección contraria a la trayectoria histórica de la propaganda cubana, la cual solía culpar a sus enemigos de cuánta cosa ocurriese.

Sin embargo, creo que hay mejores preguntas que, de momento, podemos formular:

La causa de todos estos desastres no hay que buscarla en una maldición divina o en lo ocurrido con las siete plagas en Egipto, sino en el egoísmo e irresponsabilidad de los gobernantes cubanos y en el sistema de gobierno que han impuesto al país desde que se apoderaron del poder.

Los miles de muertos por Covid-19, escamoteados en las maquilladas estadísticas de Salud Pública (ha quedado establecido que la Isla estuvo entre los países con mayor número de decesos por esa epidemia), no ocurrieron por una maldición celestial. Una buena parte falleció porque se le permitió a GAESA invertir más de 4.000 millones de dólares en la construcción de hoteles de lujo mientras escaseaba el oxígeno para los pacientes, se declinaban las ofertas para comprar vacunas, se adquirían nuevos vehículos policiales pero no ambulancias, y se mantenía en el exterior a miles de médicos cubanos —a quienes la nueva oligarquía cubana despoja de sus salarios— mientras se necesitaban en consultorios y hospitales. Eso no fue un desastre «natural». Fue un desastre resultado de políticas deliberadas, conscientemente adoptadas.

Todavía se espera por un informe oficial sobre la explosión en el Hotel Saratoga. Si en efecto ese hecho fue accidental, alguien tiene que responder por sus causas, porque ese tipo de accidente ocurre cuando se violan protocolos de seguridad. Los damnificados tienen derecho a ser indemnizados por el propietario del hotel, no a tener que maldecir su «destino» y «mala suerte».

Y si ahora ha colapsado el sistema energético nacional es porque no se han hecho en todos estos años las imprescindibles inversiones en su mantenimiento y renovación. No ha sido por decisión divina.

Si hoy no hay alimentos a precios accesibles en cada establecimiento es porque el Gobierno ninguneó a la Liga de Campesinos Independientes, cuando hace tres años alertó sobre la proximidad de una hambruna nacional si no se ponía fin a la estatización de la producción agropecuaria.

No hay que buscar en los caracoles quien nos echó un mal de ojo.

si un rayo desató esta tragedia en Matanzas hay que preguntar cuál era el estado de mantenimiento del sistema de pararrayos que protege este tipo de instalaciones en todo el mundo. Acusar exclusivamente a la naturaleza en apenas 24 horas de ocurrida la primera explosión es una interpretación tan arbitraria como pudiera ser la de suponer que este siniestro se debió a una acción terrorista.

Si bien la violencia —no el terrorismo— de un pueblo oprimido puede llegar a ser legítima frente a la violencia de sus opresores, no conozco ningún grupo hoy opuesto a la dictadura en Cuba que recurra a ella, y aun menos que se inspire en el terrorismo indiscriminado como hicieron las células de acción y sabotaje del Movimiento 26 de Julio.

Las actuales especulaciones sobre si lo ocurrido en Matanzas fue o no un sabotaje, por comprensibles que resulten dada la falta de credibilidad del Gobierno, cuestionan injustamente el honor de quienes hoy se enfrentan a la dictadura poniendo solo sus vidas en peligro, no las de inocentes. De hecho, sembrar ese tipo de dudas en estos momentos solo serviría el propósito de las operaciones psicológicas del Ministerio del Interior.

La pregunta pertinente acerca de los incendios de Matanzas, como en el caso del colapso eléctrico, no es si en realidad fallaron los pararrayos, sino la ausencia de inversiones para su permanente renovación por sistemas cada vez más avanzados y de su mantenimiento sistemático. Ese es el dato qué hay que esclarecer para decidir, en primera instancia, si lo ocurrido en Matanzas fue un «lamentable accidente de la naturaleza» o el dramático resultado de la ya demasiado larga lista de irresponsabilidades de los gobernantes cubanos.

Si de plagas se tratase no son las bíblicas de Egipto las que habría que maldecir y erradicar. Es la plaga de la nueva oligarquía cubana a la que hay que sacar del poder ya.

 

 

Fuente: https://diariodecuba.com/cuba/1659957324_41454.html

 

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