He estado pensando… en la libertad religiosa.
Los seres humanos vivos permanecemos en tensión. Digo “vivos” porque hay quien anda por ahí pero ya decidió morirse: no piensa, no sueña, carece de horizontes.
Esa “vida en tensión” parte del presente y se nutre de ideales y sueños posibles. Así, desde el presente, se visualiza el futuro deseable, y se tiende hacia él.
Pero es muy importante que la tensión sea justa, porque una cosa es tender hacia un futuro deseable y otra cosa es enajenarse, imaginándose en un mundo deseado pero inexistente en el hoy.
Yo tengo muchos sueños que, desde mi presente, me tensan hacia el futuro: sueño con un país donde haya pluralidad política, economía sana, libertad de expresión, disciplina social pero no represión… y sueño con un país donde haya libertad religiosa, que no se reduce a que los creyentes podamos reunirnos en nuestros templos a dar culto al Dios que nos congrega.
Si en mi tierra hubiera libertad religiosa, no existiría una Oficina de Asuntos Religiosos encargada de controlar la práctica de la fe, de fiscalizar cada movimiento de la Iglesia y de llamar machaconamente a los obispos y superiores cuando les molesta lo que dice o hace un sacerdote o religioso, para intentar que sean ellos los que “metan en cintura” a ese sacerdotes o religioso mientras los realmente interesados quedan con las manos limpias.
Si en mi tierra hubiera libertad religiosa, las iglesias tendríamos acceso a los medios de comunicación social, y podríamos ofrecer nuestros programas de radio y televisión, para dar a conocer a través de ellos el Evangelio de Jesucristo, que consideramos el mejor programa de vida que existe.
Si en mi tierra hubiera libertad religiosa, las iglesias tendríamos la posibilidad de participar en el sistema educativo e intervenir en la formación de las nuevas generaciones, introduciendo en los programas de estudio clases de religión para aquellos que las quisieran, o estableciendo escuelas propias que permitan a los padres escoger la educación que deseen para sus hijos, según su fe, sus creencias y sus valores.
Si en mi tierra hubiera libertad religiosa, las iglesias tendríamos acceso al sistema de salud, pudiendo ofrecer a la población más alternativas de atención sanitaria.
Si en mi tierra hubiera libertad religiosa no tendríamos que depender de permisos para manifestar públicamente nuestra fe, y podríamos planificar y convocar misas públicas, procesiones, Via Crucis en las calles, cabalgatas navideñas… sólo con informar a las autoridades sobre el uso de los espacios públicos.
Si en mi tierra hubiera libertad religiosa se permitiría la construcción de templos en aquellos lugares donde hay comunidades cristianas establecidas que a falta de templo tienen que reunirse en casas particulares.
Si en mi tierra hubiera libertad religiosa se podrían reconstruir los templos destruidos por huracanes o dañados por el paso del tiempo con un simple trámite de reconstrucción y no habría que sufrir un largo proceso de autorizaciones que puede durar años mientras las comunidades sobreviven como pueden.
Si en mi tierra hubiera libertad religiosa no se demolerían templos considerados “ilegales”, que se hicieron sin los permisos correspondientes porque esos permisos nunca llegaron.
Si en mi tierra hubiera libertad religiosa, se permitiría el registro oficial de nuevas denominaciones cristianas que quieren ejercer su derecho a evangelizar en Cuba.
Si en mi tierra hubiera libertad religiosa, no se impediría la participación en celebraciones religiosas a cristianos cuyo pensamiento es diferente al discurso oficial del gobierno. Tampoco se acosaría continuamente con “llamadas de atención” a laicos, religiosos y sacerdotes que expresan opiniones diferentes a las del gobierno y, por supuesto, no se les “regularía”, impidiéndoles su movilidad, ni se les expulsaría de la tierra en la que quieren permanecer y servir.
Si en mi tierra hubiera libertad religiosa, no se acusaría ni denigraría a los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que, movidos por su fe, levantan la voz para, ejerciendo su identidad bautismal de profetas, denunciar las injusticias sociales y que buscan acompañar a aquellos que son víctimas de esas injusticias.
En fin, todo esto sería posible si en mi tierra hubiera libertad religiosa… pero no la hay.
P. Alberto Reyes