También desde la academia y el histórico proceso constitucional cubano que marcó pautas en la región latinoamericana con la Constitución de 1940 que introdujo novedades a la tradición constitucional latinoamericana. Otros desde el derecho constitucional comparado hacen contribuciones al debate necesario que a pesar de constituir un desafío en participar o no, al interpretar que hacerlo constituye aceptar y legitimar las instituciones del Estado, el poder político y legislativo en Cuba, incluyendo por supuesto, al nuevo presidente Miguel Díaz-Canel y su gabinete ejecutivo.
Actuando con coherencia ese justamente fue uno de los reclamos de la oposición, que el régimen se negaba a abrir espacios de dialogo y debate público, atender otras posiciones que no sean las que respaldan la oficialista. Escuchar las voces críticas desde posiciones coherentes con la situación del país podría generar un ambiente favorable para llamar la atención de muchos otros sectores desconectados de la realidad nacional y de las posturas que hacen oposición al régimen de manera pacífica, moderada.
Es político y democrático aceptar el debate a pesar de las circunstancias de Cuba que no va a cambiar de la noche a la mañana. Aprovechar cualquier espacio de discusión es la tarea y uno de los grandes desafíos que enfrenta la sociedad cubana y sobre todo el liderazgo político.
Reconocer que el “toma y dame” en política forma parte del acontecer creativo, decir, escuchar. Tenemos que ser capaces de transformar la falta de cultura democrática que padecemos, entender que siempre un planteamiento tiene un asidero que hay que analizar sin prejuicio. Nadie puede tener la razón todo el tiempo ni querer decidir por los demás. Eso es imposible en este mundo que vivimos.
La Cuba de 2018 no es la misma del año 2002 cuando celebraron el Referéndum para ratificar el socialismo cubano, como respuesta a la propuesta de la oposición expresada en el proyecto Varela que aspiraba a través de la recogida de firmas realizar una consulta al pueblo cubano sobre aspectos medulares del sistema político y otras muy importantes temas. Todo esto en medio de una crisis económica, política y social generada con la desaparición de socios estratégicos del campo socialista y la Unión Soviética. La pérdida de casi el 70% de su comercio que la redujo en todos los sectores, obligando al gobierno a abrirse al mercado del turismo internacional, buscar inversiones capitalistas, socios en Latinoamérica y mejorar sus relaciones con la comunidad cubana en el exterior y en especial los residentes en los Estados Unidos.
Después de la etapa conocida como “Periodo Especial” ha pasado mucha agua bajo ese puente. Desde el descongelamiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos hasta el fortalecimiento de la economía cubana con la entrada en la escena internacional de actores regionales: gobiernos “revolucionarios” en Latinoamérica: Venezuela, Bolivia, Brasil, Paraguay, Argentina, Honduras, Nicaragua y en el ámbito mundial China y Rusia aumentaron el interés por Cuba y la región.
El impacto que causó el proceso de normalización de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos está por evaluarse todavía. La histórica visita del ex presidente Obama a Cuba y el discurso que realizó en directo al pueblo de cubano y al mundo forma parte de una nueva dimensión que el régimen no oculta porque alcanzó una especial dimensión de alivio y esperanza en el pueblo cubano para mejorar sus condiciones de vida, no sólo por la eliminación de parte de la sanciones económicas sino porque le daban una perspectiva futura a todo el espectro político que en buena manera depende de factores económicos en vías de reforma.
Cuba no es una abstracción ni una retórica solamente hay una realidad que vive la cotidianeidad, los aspectos domésticos y la influencia de los acontecimientos mundiales. Después de Obama y Raúl, Cuba está interconectada con el mundo y eso no tiene carácter retroactivo. Podrán cambiar la legislación con relación a los factores económicos (el cuentapropista y otras) pero el acceso al mundo de la información, el Wi-Fi, el internet, el uso del teléfono celular, no es posible aunque hagan el intento, sería provocar una rebelión que el régimen no está en condiciones de enfrentar ni se lo propone.
No caer en la trampa de extremar las contradicciones que el adversario podría estar calculando. Que este proceso sirva o sea utilizado para desunir más a la oposición depende del liderazgo opositor dentro de la isla y en el exilio. Todos los planteamientos son válidos en el terreno político. Son democráticos los que plantean participar (posición oficial del régimen) hasta los que llaman a la abstención, todas esas expresiones son la respuesta de distintas posturas ante una problemática o realidad política.
No existe una manera de participar menos importante que otra hasta la de aquellos que llaman a sabotear el proceso al mutilar el voto escribiendo un NO, rompiendo la boleta o dejando la boleta en blanco, aunque unas y otras podrían ser más o menos efectivas, conociendo la capacidad del régimen para burlar la decisión ciudadana. Son formas de protestar democráticas que expresan la medida del descontento y el nivel de aprobación o no del proyecto de constitución. Un resultado adverso sería muy difícil de ocultar en las condiciones que hemos descrito porque sería engañar a la mayoría que desaprueba el contenido de la Carta Magna.
Otras posiciones, como aportar ideas distintas sobre temas similares, exigir aceptar propuestas nuevas y eliminar artículos son válidos y necesarios. Las organizaciones políticas más experimentadas están elaborando propuestas muy interesantes que demuestran capacidad académica e investigativa, dominio de las necesidades constituyentes de un proyecto de nación que permita la transición hacia una sociedad más democrática e incluyente.
Lo que no es válido es conspirar en contra de las expresiones democráticas. No conduce a ninguna parte dejar el camino libre al régimen para validarse sin problemas. Hay que ser coherentes con nuestra demanda histórica de participar en procesos de debate político. No podemos traicionar la búsqueda del diálogo permanente, cuando lo hemos solicitado durante años, hay que hablar, escribir y demandar lo que soñamos para nuestra Patria, no perdamos la oportunidad. Llegó la hora de derrotar el “reactivismo” contestatario que fortalece el statu quo, es decir, fortalece al régimen, lo complementa e iguala a los extremistas que viven del conflicto.
Una de las propuestas que podría estar realizando la oposición sería exigir garantías en el proceso de validación de los resultados del referendo. Para ello, sería apropiado solicitar el acompañamiento internacional de organizaciones con experiencia en la validación de procesos electorales y participación política. Hay que cerrar la posiblidad que el régimen termine manipulando el resultado. De allí la importancia de participar o no en el referendo porque dejar la boleta en blanco, no asistir, anularla, escribir no, son formas de expresión que formarán parte del resultado verdadero que el régimen tendrá que avaluar y que siempre se filtrará al conocimiento general.
Quizás en Cuba los llamados “oposicionista” tengan más perspicacia ante el reto político que significa la consulta constitucional y el posterior referendo en las condiciones coyunturales actuales de Cuba. “Oposicionista” no significa necesariamente las personas que adversan al gobierno desde una organización política determinada, son aquellos ciudadanos que desde la individualidad que tiene el poder del voto, ejercen su posición. Otros desde sus gremios, posiciones religiosas, hasta las organizaciones comunitarias, sindicales y políticas. No son contradictorias todas son necesarias en la búsqueda de consensos sobre los grandes desafíos que enfrenta Cuba para su futuro inmediato.