He estado pensando…

por Alberto Reyes Pías

He estado pensando en lo que nos han hecho creer
Cuando nos preparábamos para la esperada visita de Juan Pablo II, en todas las diócesis se animó a los cristianos a ir casa por casa a invitar a las familias al encuentro con el Papa.
Una monja tocó en un apartamento del primer piso de un edificio, donde fue recibida cordial y amigablemente por la familia. La invitaron a pasar, la escucharon, conversaron… Al despedirse, le dijeron: “Hermana, no vaya al apartamento del cuarto piso, porque esa gente son unos comunistas que no creen ni en su madre”.
La monja, por supuesto, visitó a los del cuarto piso, que la recibieron y la acogieron estupendamente, y que, al despedirla, le dijeron: “Hermana, no se le ocurra ir al apartamento del primer piso, porque ahí viven unos comunistas que no creen ni en su madre”.
Uno de los mayores “logros” del sistema implantado en Cuba ha sido lograr que desconfiemos todos de todos. Recuerdo haber oído hasta la saciedad la frase: “Cuídate, tú no sabes nunca con quién estás hablando”.
Es verdad que el sistema siempre ha contado con un ejército de delatores, y eso siempre ha sido motivo tanto de temor como de excusa para levantar todo tipo de barreras, pero más allá de eso, este modo de obrar ha sembrado en nosotros la mentalidad de que, en realidad, no podemos unirnos en un frente común para reclamar nuestro derecho a ser una nación libre, democrática y próspera.
Nos han hecho creer que estamos más divididos de lo que en realidad podemos estar.
Nos han hecho creer que es imposible que nos solidaricemos los unos con los otros, y que todo intento de apoyar al que disiente está destinado al fracaso.
Nos han hecho creer que tienen un control inamovible sobre este pueblo, y que nunca seremos capaces de hacerles perder ese control.
Nos han hecho creer que por mucho que nos manifestemos todo será inútil, y que no vale la pena salir a las calles a pedir la libertad que necesitamos y nos merecemos.
Nos han hecho creer que somos un pueblo dividido que nunca podrá levantarse. Nos han hecho creer que nunca más habrá otro 11 de julio.
Y sin embargo, cuando aquí y allá se habla con la gente, en privado o en pequeños grupos, Cuba se homogeniza, y nos damos cuenta de que somos un pueblo que quiere lo mismo. Da igual que seas “cubano de a pie”, funcionario público, o agente del orden, cuando se logra atravesar la barrera de la desconfianza, cuando se logra entrar en la zona de la verdad individual, se descubre que somos un pueblo con un sentir único: el fin de esta dictadura y la llegada de un nuevo tiempo de libertad, de justicia y de prosperidad, la llegada de un tiempo donde podamos vivir sin miedo, sin tener que cuidarnos los unos de los otros, un tiempo donde podamos vivir y no sobrevivir.
Nos han hecho creer que no podemos cambiar las cosas, pero eso no es cierto.

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