por Librado Linares
El XI Pleno del Comité Central del PCC dejó al descubierto la magnitud de la crisis cubana. El propio Miguel Díaz-Canel reconoció un decrecimiento del PIB superior al 4 %, inflación disparada, economía parcialmente paralizada, generación eléctrica crítica y un incumplimiento sistemático en la entrega de alimentos normados. A ello se suman las pérdidas ocasionadas por el ciclón Melissa.
La inconformidad social
La población expresa un malestar creciente: reuniones que no resuelven nada, desigualdad entre pequeños grupos privilegiados y una mayoría que apenas logra cubrir necesidades básicas. Mientras tanto, los rivales históricos del régimen insisten en que es “ahora o nunca” para acabar con el socialismo.
Responsables históricos
La crisis no es coyuntural, sino sistémica. Desde 1959, las decisiones han estado en manos de Fidel Castro, Raúl Castro y ahora Díaz-Canel. La centralización absoluta y la impunidad política han impedido cualquier corrección de rumbo. La falta de alternancia de poder ha sido un lastre que impide la renovación y la posibilidad de que nuevas generaciones impriman su visión en la conducción del país.
El contraste internacional
Ejemplos como las elecciones presidenciales en Chile, donde una candidata comunista y un conservador se disputaron la presidencia en buena lid, muestran que la alternancia y la competencia política dentro del marco de la ley son conquistas de la humanidad. En Cuba, en cambio, el poder se conquistó por las armas y se convirtió en un botín perpetuo, con líderes que se consideran insustituibles y que reprimen a quienes protestan.
Libertad y represión
El argumento de que Cuba es castigada por ser “rebelde” y “libre” resulta insostenible. La libertad de una nación depende de la libertad de sus ciudadanos, y Cuba está en las antípodas de esa condición. Las visitas oficiales a pueblos y ciudades, cuidadosamente preparadas para mostrar una realidad ficticia, no reflejan el verdadero pulso de la población. La migración masiva, especialmente de jóvenes, es prueba irrefutable de que el país se desangra y pierde futuro.
Reformas extemporáneas
El plan para corregir distorsiones y reimpulsar la economía llega tarde y se suma a una larga lista de fracasos. Si se hubiera aplicado en los años 80 o 90, en paralelo a las reformas del campo socialista, quizás habría tenido algún efecto. Pero Fidel Castro optó por la contrarreforma, arrastrando al país a un ciclo interminable de fracasos.
Conclusión
La crisis cubana es el resultado de décadas de decisiones erradas y de un sistema político que niega la alternancia y la libertad. Mientras no se cuestione la permanencia indefinida en el poder y se abra espacio a la pluralidad, el país seguirá atrapado en un despeñadero histórico.
Más allá de las historias personales y de los grupos que hoy dominan la escena, las generaciones actuales están llamadas a ser protagonistas del cambio. Cuba está urgida de transformaciones estructurales, de un cambio de mentalidad y de paradigmas. Seguir insistiendo en la “continuidad” huele a viejo, a anacrónico, a la sumisión a mandatos inconsistentes. El futuro solo podrá abrirse paso cuando se rompa con esa inercia y se apueste por un nuevo proyecto de nación.
